John Spencer creció en una granja de Ohio. Sus padres, neoadventistas del séptimo círculo, le educaron en casa, ya que no podían tolerar las terribles enseñanzas a las que se veían sometidos todos los que asistían a la Escuela. John vivía tranquilo y feliz, sabiendo que su religión estaba dentro del tratado especial de no escolarización para religiones y creencias del Gobierno Mundial. Es decir, no se vería sometido al examen de Finalización y viviría una existencia plácida en su granja. El problema surgió cuando en el año 2156, un grupo de neoaventistas del séptimo círculo puso una bomba en una Escuela y murieron 1543 personas. Las represalias del Gobierno Mundial ante tal matanza no tardaron en llegar. Lo primero fue incluir a los neoadventistas en la lista de sectas peligrosas, junto al catolicismo, el islam o el judaísmo. Eso excluía a la religión de John del tratado de no escolarización. Y para más inri, John tenía 17 años, la edad en que todos los escolares se someten al examen de Finalización. El chico enseguida se dio cuenta de que, dada su total ignorancia sobre las temáticas tratadas en la Escuela, suspendería el dichoso examen. Y suspender el examen suponía la Estratoficancia.
La Estratoficancia fue una pena que el Gobierno Mundial implementó fruto de dos necesidades. La primera era castigar a aquellos individuos que no habían pasado por la Escuela, ya que eso suponía un ataque al bien común. La otra, era la falta de individuos que quisiesen trabajar en las centrales de fusión que orbitaban alrededor del planeta. Debido a que el sistema daba total libertad a la gente para realizar el trabajo que eligiesen, pocas personas estaban dispuestas a abandonar la comunidad y vivir recluidas dando vueltas a la Tierra. Pero gracias a la Estratoficancia, pudieron eliminar dos problemas de una tajada.
Así fue como John Spencer, a la edad de 18 años, se subió al transbordador y con lágrimas en los ojos se despidió de sus padres y de su granja. Aunque a medida que iba viendo como se empequeñecía el mundo, en su interior sintió cierto alivio de abandonar ese lugar infestado de personas descreídas y pecadoras.
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