Los médicos curan el confeti de colores quemándolo con Axe y un mechero.
Los pirómanos compran los mecheros en los estancos de mi barrio.
Los estancos de mi barrio se caracterizan por tener mucho tabaco y otras cosas en su interior.
El interior de todas las personas es de confeti de colores, menos el cerebro, que es cerebro.
Celebro que los perros se coman la cola. Es un hecho extraordinariamente divertido. Un día andaba yo por las calles de Praga (la gente más borde de Europa la pusieron allí para que así se muriesen congelados, pero la maldita ONU les envió abrigos, maldigamos a la ONU al unísono) y vi a un perro callejero haciendo lo que antes he mencionado. Me puse a reir como un borracho. Bueno, no me puse a reir como un borracho, estaba ebrio y puede que la suma de alcohol y la autotarascada me hiciesen actuar de esa forma. La cosa es que justo en ese momento se aproximó hacia mi un camello, al que acababa de robar mientras este dormía unas pirulas, con un AK47 en la mano. Me miró, gritó y apuntó. Yo le observé un segundo, intentando pensar que excusa podía dar para salvar mi existencialmente vacía vida, pero enseguida (e involuntariamente, lo juro por Budha) mi cabeza volvió a girar para poder seguir disfrutando con la humorística estampa del can. Eso que se acerca aun más el pavo, armado, gritando y oliendo a vodka barato. Finalmente nos quedamos mirando al perro mientras nevaba, llenos hasta el culo de ácido ex-soviético.
Si los artistas son personas (que creo que sí) pero en vez de cerebro tienen confeti de colores, y las personas tienen el interior de confeti de colores menos el cerebro, si lo que les diferencia es la materia que compone sus cerebros concluyo que los artistas son una piñata.
ResponderEliminarBueno, pequeña padawan, ambos somos piñatas, solo que a los artistas se les abre con un golpe de bata en la testa y a las personas se les abre con una ráfaga de metralleta. La pólvora es la base de la diferencia en este caso.
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