jueves, 11 de marzo de 2010

La canción de Zardari

El opio es guay. Mi amigo Zardari vende ahora birras en la Plaza del Sol. pero antes transportaba opio de Afganistán a Turquía. Es pakistaní, pero se era transportista porque los pakistaníes son los mejores transportando en esos lugares. Tenía un camión colorido y muy bonito. La gente cree que los camiones de los pakistaníes son muy bonitos y coloridos por un hecho simplemente cultural, pero eso no es cierto. Lo son para que los aduaneros, al ver el camión tan alegre no lo paren. Eso lo hacían los judíos al principio del nazismo para salir de Alemania, pero de otra manera. Llevaban fotos de cachorritos (que enternecen el corazón de los germánicos) y cuando les pedían los papeles, sin querer (es decir, queriendo) sacaban la foto. El corazón del nazi cabrón de turno se enternecía y les dejaba en paz. Pues eso, que los pakistaníes conductores de multicolores camiones son todos unos contrabandistas de cuidado. Y Zardari no es una excepción. Además de birras vende drogas. Pero eso sería otra historia. Tiendo a desviarme al contar las historias, pero si no lo hiciese no sabrías hebreos que hacer en caso de un III Reich. Me debéis la vida. Gracias.

Zardari iba con su camión por las desérticas carreteras de un lugar indeterminado de Afganistán. El tipo llevaba tonelada y media de opio listo para convertirse en rica heroína una vez llegase al Kurdistán turco. Eso que va conduciendo y escuchando a todo trapo un temazo de mAtif Aslam y le paran unos talibanes. O eso creía. No eran talibanes, eran agentes de la DEA, que al enterarse de que esa era una ruta típica de transporte de opio habían establecido un contro. Pero Zardari es un tipo rechulón y cuando vio que eran americanos (debían ser unos cuatro, por lo que me cuenta), bajo lentamente del camión, fue a abrir la carga. Al abrir la puerta, cogió el kalashnikov que allí llevaba y se cargó a todos los cerdos fascistas que no quieren que nuestros queridos yonkis disfruten de sus picos de jaco. Siguió su camino y llegó a Kurdistán. Allí, sabiendo que la había liado un poco, se vendió el camión y pagó un billete a Europa. Ahora vive en Barcelona, vende birra, hachís, coca y amigo.

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